domingo, 26 de mayo de 2013

VOLVER AL PRINCIPIO

Pocas personas de la calle han generado tanto rechazo como él. Y no es extraño. Su aspecto es un tanto estrafalario, sus andares difíciles y su mal humor permanente. Sus problemas intestinales son frecuentes y su cantinela cansina pidiendo cualquier cosa que necesite es impertinente e interminable. Todo eso hizo de él un gato viejo, despeluchado, herido, famélico y solitario. Y su egoísmo. El que le impuso la supervivencia diaria durante casi toda su vida. El tener que vivir con unas horas por delante como única expectativa.

Porque su vida ha dado vueltas. Todas. Mil caminos, mil consumos, mil enrevesados senderos siempre al lado del abismo. Siempre salvándose por los pelos. Ni un autobús pudo con él. Ni quedándose tirado varios días en un cajero hasta que alguien decidiera mirar si tal vez le ocurría algo. Es difícil entender cuán complicada ha sido su historia, cuántas veces sucumbió y cuántas veces volvió a resucitar. Cómo ha podido aguantar tanto. A veces digo que raya los límites de la resistencia humana. En realidad ya los ha traspasado.

Y siempre el desprecio, el aislamiento, la dejadez, obviarlo, no importa, está hecho cisco, ¿qué más da? Yo mismo me cuestionaba cuando me empeñé en intentar sacarlo de los cajeros. Ya me advertían: “Rafa ¿Tú sabes quién es? Mira que te vas a meter en camisa de once varas”. Puede que tuvieran razón. Tres años con él han dado para muchos problemas. Y mucho aprendizaje. Sobre todo al principio hasta que lo conocí y vi cómo, milagrosamente, iba adaptándose. Aunque lo tuviera que expulsar decenas de veces. Y en esas ocasiones, cuando iba a buscarlo lo encontraba dormido al lado del parque, metido en un embalaje de nevera, con sus pastas, la botella de leche y el despertador a su lado. Y me recibía como era él, mandándome al diablo, pero siempre volvía. Y yo me alegraba. Mucho.

Se está apagando. Poco a poco ha perdido mucha de la fuerza que tuvo. Se ha quedado alarmantemente delgado. Ya no tiene ni memoria. Sólo va quedando una sombra de lo que fue. Y milagrosamente aparece un niño. Todos tenemos uno dentro, escondido, oculto, no vaya a ser que nos descubran. Pero a él ya no le importa, en realidad ni se da cuenta. Pero es lo que permanece. La naturaleza de todos, lo intemporal, lo inmutable, el alma, la esencia. Ahora que la persona ha perdido todas sus corazas, todos sus recovecos solo queda el niño que siempre estuvo, el que él nos muestra ahora sin ambages.

No soy ningún iluminado. Sólo tengo suerte. Soy un testigo de excepción del devenir de algunas personas. Sobre todo las más difíciles, tal vez por eso las prefiero. Porque luego son las que más tienen que mostrarme, las que más me hacen aprender. Un amigo, Josemari, me decía que había que ayudar a las personas a pesar de las propias personas. Cuánta razón. Y qué difícil me resulta a veces, soy humano. Pero me motiva saber que tal vez soy el único que luego estará cerca y podré comprobar cómo hay mucho más tras la persona que la presencia desagradable, las heces y el mal humor.

Con él me río ahora como nunca. Nos partimos de risa en la ducha cuando le explico lo que son los “tarzanillos”. O bromeando con el voluntario. Quiere ir bien vestido todos los días. Me pregunta mil veces cuando voy a volver, cuando podrá ver la tele, cuándo le traeré revistas para leer. Y me resulta alucinante como accede a todas mis sugerencias, como se deja llevar. Él, al que nunca le gustó que nadie le dijera nada, que siempre hizo lo que quiso. Que anduvo años solo, en un eterno estado de insensibilidad y dormitar permanente. Ahora, después de todo, es el más vulnerable, el más dependiente. Justamente como un bebé, como un recién nacido.

No quiero convencer a nadie, ni alardear, ni dar lecciones. Solo me jode que todavía sufra abusos, que todavía sufra desprecios, que no se vea que sólo es un niño y que como tal se porta. Porque he aprendido que las cosas cada cual las ve desde el punto de vista que más le conviene. Pues yo desde aquí solo quiero gritar esto. Porque sí. Porque quiero, porque es lo que creo.

Y ojalá alguien compartiera conmigo este planteamiento. ¿O soy el único?