Pocas personas de la calle han generado tanto rechazo como él. Y no es extraño. Su aspecto es un tanto estrafalario, sus andares difíciles y su mal humor permanente. Sus problemas intestinales son frecuentes y su cantinela cansina pidiendo cualquier cosa que necesite es impertinente e interminable. Todo eso hizo de él un gato viejo, despeluchado, herido, famélico y solitario. Y su egoísmo. El que le impuso la supervivencia diaria durante casi toda su vida. El tener que vivir con unas horas por delante como única expectativa.
Porque su vida ha dado vueltas. Todas. Mil caminos, mil consumos, mil enrevesados senderos siempre al lado del abismo. Siempre salvándose por los pelos. Ni un autobús pudo con él. Ni quedándose tirado varios días en un cajero hasta que alguien decidiera mirar si tal vez le ocurría algo. Es difícil entender cuán complicada ha sido su historia, cuántas veces sucumbió y cuántas veces volvió a resucitar. Cómo ha podido aguantar tanto. A veces digo que raya los límites de la resistencia humana. En realidad ya los ha traspasado.
Y siempre el desprecio, el aislamiento, la dejadez, obviarlo, no importa, está hecho cisco, ¿qué más da? Yo mismo me cuestionaba cuando me empeñé en intentar sacarlo de los cajeros. Ya me advertían: “Rafa ¿Tú sabes quién es? Mira que te vas a meter en camisa de once varas”. Puede que tuvieran razón. Tres años con él han dado para muchos problemas. Y mucho aprendizaje. Sobre todo al principio hasta que lo conocí y vi cómo, milagrosamente, iba adaptándose. Aunque lo tuviera que expulsar decenas de veces. Y en esas ocasiones, cuando iba a buscarlo lo encontraba dormido al lado del parque, metido en un embalaje de nevera, con sus pastas, la botella de leche y el despertador a su lado. Y me recibía como era él, mandándome al diablo, pero siempre volvía. Y yo me alegraba. Mucho.
Se está apagando. Poco a poco ha perdido mucha de la fuerza que tuvo. Se ha quedado alarmantemente delgado. Ya no tiene ni memoria. Sólo va quedando una sombra de lo que fue. Y milagrosamente aparece un niño. Todos tenemos uno dentro, escondido, oculto, no vaya a ser que nos descubran. Pero a él ya no le importa, en realidad ni se da cuenta. Pero es lo que permanece. La naturaleza de todos, lo intemporal, lo inmutable, el alma, la esencia. Ahora que la persona ha perdido todas sus corazas, todos sus recovecos solo queda el niño que siempre estuvo, el que él nos muestra ahora sin ambages.
No soy ningún iluminado. Sólo tengo suerte. Soy un testigo de excepción del devenir de algunas personas. Sobre todo las más difíciles, tal vez por eso las prefiero. Porque luego son las que más tienen que mostrarme, las que más me hacen aprender. Un amigo, Josemari, me decía que había que ayudar a las personas a pesar de las propias personas. Cuánta razón. Y qué difícil me resulta a veces, soy humano. Pero me motiva saber que tal vez soy el único que luego estará cerca y podré comprobar cómo hay mucho más tras la persona que la presencia desagradable, las heces y el mal humor.
Con él me río ahora como nunca. Nos partimos de risa en la ducha cuando le explico lo que son los “tarzanillos”. O bromeando con el voluntario. Quiere ir bien vestido todos los días. Me pregunta mil veces cuando voy a volver, cuando podrá ver la tele, cuándo le traeré revistas para leer. Y me resulta alucinante como accede a todas mis sugerencias, como se deja llevar. Él, al que nunca le gustó que nadie le dijera nada, que siempre hizo lo que quiso. Que anduvo años solo, en un eterno estado de insensibilidad y dormitar permanente. Ahora, después de todo, es el más vulnerable, el más dependiente. Justamente como un bebé, como un recién nacido.
No quiero convencer a nadie, ni alardear, ni dar lecciones. Solo me jode que todavía sufra abusos, que todavía sufra desprecios, que no se vea que sólo es un niño y que como tal se porta. Porque he aprendido que las cosas cada cual las ve desde el punto de vista que más le conviene. Pues yo desde aquí solo quiero gritar esto. Porque sí. Porque quiero, porque es lo que creo.
Y ojalá alguien compartiera conmigo este planteamiento. ¿O soy el único?
Sigue dando tu punto de vista y sigue gritando.
ResponderEliminarLlegará un día en el que, los humanos aprendamos a Respetar. Desde lo más profundo de nuestro interior hacia el infinito que nos rodea. Y veremos a cualquier otro Ser como parte imprescindible de un gran todo en el que, nosotros somos una pieza más. No veremos a otras personas en inferioridad. Cada una tendrá su momento y su necesidad. Igual que ahora. Hasta ese momento, nos harán falta muchos testigos como tú que compartan lo que ven. Gracias.
ResponderEliminar...ahora tu amigo ya juega con la luna...y tu sonries
ResponderEliminarRafa, yo comparto tu punto de vista. Cada cual vemos las cosas como mejor nos conviene. Por qué no iba a ser así con las personas en situación de sin hogar? Un abrazo, amigo.
ResponderEliminarEs precioso, gracias por compartirlo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cada ser humano somos un mundo, un mundo maravilloso, único, irrepetible...
ResponderEliminarCada ser humano es parte de una gran melodía, de una gran canción de amor, de una partitura inacabada que debemos ir tocando, afinando... Ellos, los que son diferentes, los que viven en la calle, los que nadie ha querido, los que tocan una música más extraña para los llamados 'normales', ellos los son los más únicos, los que hacen la partitura más especial, más única, más insólita, más maravillosa... por eso, sin saberlo, el director de la orquesta los pone en el lugar privilegiado de la orquesta, no el montón, no en la parte baja... los pone en la superior para que a una orden suya suene su instrumento y la melodía explote, retumbe: ¡¡¡ÁMAME!!! El la clave de la partitura, la clave de la sinfonía... El director sabe de esto un montón, dirige con sus gestos de amor la orquesta... Gracias Rafa por mostrarnos estos 'maravillosos instrumentos' de la maravillosa orquesta de la humanidad, para poder escuchar los ritmos de la mejor de la partituras: la vida, la vida de verdad. La música de la vida no suena igual sin ellos.
Un abrazo.
Cuando la vida ha sido tan cruel, tan dura, cuando se sufren desprecios, humillaciones constantes, cuando no importa nada, ni a nadie, encontar a alguien que no solo hace su trabajo como un buen profesional sino que ademas sabe dar cariño, respeto, comprensión y hace que la persona vuelva a sentirse persona es un lujo que han conocido las personas que han estado a tu lado.
ResponderEliminarSigue así Rafa
Besicos